A
propósito del tiempo impenitente y despeinado/ del que mira de frente, te absuelve, te condena,/… A
propósito del tiempo circular que nos devuelve a la rutina del día, y un año
más, al trabajo cotidiano de los centros escolares que acogen recientes o
experimentados profesores, nuevos y antiguos escolares, antiguos y nuevos
estereotipos, en una época cada vez más difícil.
Es
un buen momento para hacer reflexiones en voz alta, de mirar de frente al
tiempo que nos absolverá o condenará por nuestras propias tareas y
responsabilidades (no por los errores o culpas de otros) y aprovecharlo para
que cuente a nuestro favor.
Es el momento de replantearnos el curso escolar
y existencial, con entereza y hacer lo que debemos, no lo acomodaticio y lo que
evita la confrontación con nuestros alumnos o hijos. Para eso ya están los anuncios
televisivos que abocan a “educar” en el camino de la comodidad (los pañales sin
caducidad de edad, ¡ya dejaran de hacerse el pis en la cama a los diez y tantos!;
los complementos vitamínicos, ¡ya aprenderán por arte de magia a comer de
todo!, etc.). Es el momento de no decaer en nuestra tarea como padres; de aprender
los horarios y profesores de nuestros hijos; de diseñar con ellos su día a día
de estudio, de deporte, de ocio. De colaborar y confiar en sus maestros. De
conocer a sus amigos y no de evitarlos; y si nuestros hijos son ya unos
adolescentes, de replantarnos normas, responsabilidades y estilos comunicativos.
De ser conscientes de que no es posible educarles sin normas, sin límites, sin
que aprendan la capacidad de la voluntad, sin que valoren el esfuerzo y las
capacidades de los demás, sin inculcarles la honradez y la congruencia, sin hacerles ver que les queremos y que el mundo
es más grande que su ombligo.
Es
momento de que los profesores no nos desanimemos (nos sobran los motivos, dijo Sabina) y sigamos educando en los
valores que vemos que se derrumban, porque son los únicos capaces de construir
otra sociedad sin prejuicios, con personas de altura interior que no se vendan
al primer postor; que se sientan felices por lo que son y no por lo que desean
o compran; que sean competentes en el verdadero sentido de la palabra, no en el
ficticio de notas regaladas y maneras impostadas. De coordinarnos desde
infantil a primaria, secundaria, a la universidad, de evitar manuales inútiles,
y de imponer el sentido común si es preciso. La educación es mucho más que
nuestros egos.
El
abandono de esos y otros valores, junto con otras causas que no analizaré
ahora, nos ha llevado a esta terrible crisis, no sólo económica. No podemos
permitirnos dejar pasar más el tiempo. El tejido económico tal como lo
conocimos, por ejemplo en 2006, es difícil que vuelva a ser el mismo, pero un
tejido personal y social sólido, basado
en los valores que nunca debimos relegar es posible. Estos son los tejidos que pueden
dar nacimiento a nuevas formas de economía que no sigan haciendo crecer las
diferencias sociales: cada vez hay más personas pobres económicamente, mientras
hay personas acaudaladas que se enriquecen más y más a costa de los desmanes.
Es,
por tanto, el momento (no por el inicio de curso, si no por la gravísima
situación social) de que las administraciones se replanteen en serio y
valientemente la educación, sin estereotipos, conscientes de que educar
personas integras, solidarias, esforzadas y bien dotadas intelectualmente
revertirá en un país y una sociedad de verdadera calidad. De saber que la
sociedad y el bien social, es más grande que sus ombligos.
Y
a propósito del tiempo, cortés y circular que nos devuelve las hojas y los números,
es el momento de agradecer las enseñanzas de vida que nos dieron y/o nos dan
nuestros padres (primeros
maestros) y nuestros profesores; de felicitar a los docentes en su fecha, y de
desear que el reconocimiento diario a su trascendental labor tiña de onomástica
el resto de los días del calendario.
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